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Un mordisco con sabor Caribe


Por Rocío Cañón R.


Somos unos convencidos de que lo maravilloso de viajar, no comienza cuando se llega al destino. El camino ofrece situaciones, olores, sabores, colores y sensaciones, que van ambientando la experiencia. Y por supuesto, lo mejor de esta son las personas que conoces. Un claro ejemplo de ello es nuestro encuentro con Irianis, para quien darle forma a los sabores caribeños es el día a día. Con ella se pueden encontrar quienes se desplazan desde Barranquilla hacia el interior del país, a Santa Marta o a Minca, entre otros mágicos destinos.

Para nosotros, el corre-corre comienza a las 6:00 AM. Antes de cerrar la puerta de la casa, aseguramos el termo del café: calientico, hecho fuerte, como nos gusta. Nos despedimos de ese olor, que evoca su destino final.

El termo solo se abrirá para sentir nuevamente ese aroma a granos recién molidos, al cantar del gallo allá en un rincón de la Sierra, donde la silla es un tronco improvisado y el olor del café es generosamente compartido por la cálida brisa que se pasea de montaña en montaña, cuando nos sentemos en La Bonga. Nuestro puesto de fritos preferido de Ciénaga Magdalena, municipio Ubicado a 20 minutos de Santa Marta, y en el que el olvido y la pobreza, evoca más de una historia de García Márquez.

Allí en la orilla de la carretera, siempre muy bien puesta. Con su piel morena, que nos cuenta que no le teme al sol, su cabello recogido y su ropa ceñida al cuerpo, que deja admirar el porte, la fuerza y la elegancia de la mujer caribe, está Iranis Matos. Trabajadora, alegre y muy atenta, para quien su trabajo no solo es la manera de conseguir el sustento, también representa la posibilidad de conocer mucha gente. Gente con quienes comparte, no solo las delicias que prepara con sus manos, sino las historias que teje entre charla y charla con quienes van en camino.

Irianis nos cuenta orgullosa que desde hace 13 años trabaja en ese puesto, en el que las arepas de huevo, las de dulce, las empanadas y los deditos, le abrieron la puerta del mundo del trabajo. Su disciplina y esfuerzo la llevó a hacerse propietaria del puesto hace 6 años.

Cuando el sol comienza a asomarse detrás de las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta, pintando el cielo de colores, ya las manos de Irianis huelen a anís. ‘Todos los días me levanto a las dos de la mañana y a las tres estoy aquí preparando el café y los fritos para llenar la vitrina. Los días buenos, que son en Semana Santa y en el inicio de año, me hago unos quinientos o seiscientos mil pesos diarios. Así como hay días que solo vendo quince mil pesos y no llevo ni un peso para la casa’. Irianis explica que el movimiento fuerte comienza a las cuatro de la mañana y que depende de la temporada del año, a veces a las 8 ya ha hecho más de 50 arepas de huevo, que son las que más salen.

‘Este trabajo es una bendición y me ha permitido hacerme a mi casa, mis cositas y sacar adelante a mis 5 hijos’ asegura, mientras le da forma a un trozo de masa blanca con semillas de anís, a la que de un pellizco le quita un pedazo, explicando mientas perfecciona la esfera, que así la arepa queda inflada y crocante.

Irianis, con un hijo soldado profesional, dos estudiando en el Sena y los otros dos en secundaria, ante la pregunta de si se ve más adelante viviendo en otro lugar, o si le gustaría tener otro oficio, al mejor estilo de las mujeres que llevan la maternidad a flor de piel, dice que quiere seguir en su puesto hasta que sus hijos pequeños se valgan por sí mismos; y abriendo los ojos como platos, afirma que nunca se iría a vivir en otra parte. Con su mirada concentrada en la vitrina mientras acomoda los fritos, suspira y nos cuenta que una de las problemáticas más difíciles de Ciénaga es la delincuencia. ‘Yo creo que eso es en todas partes. Yo amo mi Ciénaga, y nunca me iría para otro lado. Aquí estoy bien; tengo familia que me propone que me mude, pero yo mi Ciénaga no la dejo por nada'.

La labor continúa, los carros no dejan de llegar, niños y adultos llegan a saciar sus antojos, y ella con una gran sonrisa atiende a sus comensales, quienes sin evitar la tentación se llevan a la boca su frito de preferencia, para de un mordisco saciar el antojo. Mientras les recomienda acompañar el frito con un jugo natural o una bebida que los refresque del calor del camino, regresa al caldero, sacando los fritos mientras se acomoda para la foto. Al preguntarle si le molesta que le hagan videos o fotos responde con una carcajada: 'No, para nada, eso aquí pasa a diario, me hacen videos, yo como soy coqueta lo disfruto. A mí no me molesta porque así me vuelvo famosa'.

El viaje continúa, y quizás de regreso, el antojo nos gane la partida y los olores de estos crocantes y suculentos bocados nos lleven a poner las direccionales y saludar a Irianis, quien nos recibirá con su acostumbrada sonrisa y unas deliciosas arepas con sabor caribe. Somos lo que llevamos puesto en el alma. Somos @dosandando

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