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Los cuatro pilotes del muelle de Puerto Colombia: claves para entender su importancia histórica

Una exposición, en cuatro puntos, de por qué esta obra fue, es y será relevante para Puerto Colombia, Barranquilla y el país.


Muelle de Puerto Colombia en 1920

A finales del siglo XIX e inicios del XX, el muelle de Puerto Colombia se elevó como la estructura portuaria más importante del país. Superado el tópico según el cual llegó a ser el segundo más largo del mundo en su época, queda repasar la medida y las razones del valor práctico que ostentó en su periodo de actividad y el valor simbólico que sigue teniendo todavía para nosotros, puesto que varios de los avances y personajes que alguna vez ingresaron por él nunca volvieron a salir y afectaron el curso del país para siempre.


En los siguientes cuatro puntos, buscaré resumir esas medidas y razones; sospecho que su revisión puede ayudar a entender por qué muchos lamentaban su colapso progresivo y por qué ahora muchos se esperanzan, en mayor o menor medida, con su recuperación parcial.




I. Medio millón de sacos de café


Desde que el vapor Atrato, de la Compañía de la Mala Real, contrató por primera vez sus servicios a principios de 1889, el muelle de Puerto Colombia empezó a erigirse como el protagonista del nuevo esplendor económico y del desarrollo social del país.


Abierto 24 horas para cargues y descargues, traslado de mercancías y pasajeros, servicio de correo y además soportado por un ferrocarril que lo comunicaba, a ritmo diario, con la capital del departamento, este enlace fue, con justicia, el epicentro de las relaciones comerciales entre Colombia y el exterior durante las tres primeras décadas del siglo XX.


A mediados de la década de 1890, en Barranquilla los ingresos aduaneros promediaban los seis millones de pesos anuales, es decir, el doble de lo producido en la década anterior. Hablamos, entonces, de volúmenes comerciales y de ingresos que duplicaban los de Cartagena y que eran más de cien veces superiores a los de Santa Marta.


Los 40.000 sacos de café que se exportaban en 1874 por Salgar pasaron a ser 400.000 en 1908. El crecimiento de la economía cafetera, proceso que se dio tras la merma en la producción de tabaco, obraba en beneficio de Barranquilla y esta, al mismo tiempo, favorecía la economía nacional con su actividad portuaria.


Este terminal marítimo llegó a manejar el 60% del comercio de Colombia con el mundo.

Se trataba de la obra civil más importante del país hasta el momento; un muelle que se constituyó en reflejo y bandera de la idea de progreso que se había extendido en el país como resultado de diferentes cambios operados por entonces en su realidad social.


No sobra recordar que, cuatro años antes de la inauguración de la obra, Colombia se debatía en una guerra civil y que solo dos años antes había empezado a llamarse “República”, tras la Constitución del 1886.




II. Un hacedor de bonanzas (parte 1): Puerto Colombia


La construcción del muelle transformó positivamente a Puerto Colombia, que era el territorio que lo albergaba, y, de paso, a Barranquilla, que era el territorio vecino a donde era remitida la mercancía que trasbordada el ferrocarril.


En junio de 1905, debido al elevado flujo comercial y al gran reconocimiento que logró el muelle en el país y en el exterior, el entonces gobernador del Atlántico, el general Diego A. de Castro, por medio de un decreto elevó al corregimiento de Puerto Colombia a la categoría de municipio.


Para entonces, el nuevo municipio era considerado como el balneario más importante de Colombia y un centro turístico que basaba su atractivo lo mismo en el muelle que en sus hoteles grandes y modernos, como el Luna Park, el Estambul o el Esperia, que era el favorito de turistas de procedencia múltiple, quienes a menudo llegaban para celebrar allí sus lunas de miel. La presencia de extranjeros dotó a la vida diaria de un clima internacional y aceleró el auge económico de.Puerto.


A este respecto y a modo de anécdota, se cuenta que era normal ver a los lugareños pasear a los turistas en burro y que era igual de corriente encontrar los licores de las mejores marcas del mundo en cualquier establecimiento del municipio.




III. Un hacedor de bonanzas (parte 2): Barranquilla


Consolidada como paso obligado del comercio exterior en Colombia, Barranquilla experimentó también, como anticipaba, esos aires de prosperidad. Entre 1881 y 1925, por ejemplo, la ciudad presenció la apertura de 60 establecimientos industriales; cinco años después el número se duplicó.


Su condición privilegiada, con conexiones marítimas hacia las metrópolis principales de Norteamérica y Europa, la convirtió en la ciudad líder del desarrollo industrial del país y sirvió de pórtico para el ingreso de la modernización material y cultural de las otras ciudades colombianas.


Como cuenta Carlos Bell Lemus, en respuesta al prestigio ganado por Barranquilla el presidente Marco Fidel Suárez quiso garantizar su desarrollo y, de esta forma, puso en marcha un proceso de mejoramiento de su infraestructura de servicios públicos, En 1925, las empresas públicas de Barranquilla son las primeras en fundarse en el país. Como consecuencia, se mejoró y amplió su acueducto, se instaló la primera planta de electricidad y se pavimentaron sus calles.

Según el anuario estadístico de 1938 de la Contraloría General de la República, en Barranquilla en 1929 se construyeron 322.769 m2, frente a los 233.115 m2 que se construían en Bogotá.


Barranquilla, en esos años, se consideraba como la segunda ciudad de Colombia en importancia y la primera en velocidad de crecimiento: contaba con "tres bancos, cinco hoteles, un hospital, tres diarios, seis escuelas públicas y cuatro privadas, una planta de hielo, una fundición, cuatro talleres de maquinaría y fábricas de ladrillo, calzado y cal, así como curtiembres y plantas de jabón”, de acuerdo con la enumeración del profesor Harold Silva.




IV. Inmigrantes tras el tesoro de El Dorado


Por el muelle de Puerto Colombia no solo entraban abarrotes y máquinas: también lo hacían extranjeros. Fue la puerta de ingreso de toda clase de inmigrantes originarios de Europa, Asia y de otras partes de América, muchos de los cuales fueron los puntales de una descendencia que ha echado raíces familiares y comerciales en Barranquilla y otras ciudades del país; raíces que se extiendes por tres o cuatro generaciones.


En 1893, de los 154 socios del Club Barranquilla, 41 tenían apellidos no hispánicos: se trataba, en su mayoría, de inmigrantes europeos.


Entre 1905 y 1938, según el anuario estadístico de 1938 de la Contraloría General de la República, la población barranquillera pasó de 40.115 a 152.348: todo sucedió en un lapso de 33 años, que coincide con el periodo de actividad del muelle.

En 1928, los italianos (748), sirios (680), venezolanos (385), alemanes (236), chinos (192) y cubanos (121) constituían la población de extranjeros más numerosa, de acuerdo con Adolfo Meisel.


En lo que hace a la población árabe, no solamente arribaron sirios, sino además libaneses y palestinos, que habían decidido marcharse de su país a fin de evitar ser reclutados por el Imperio Otomano, decido a engrosar con ellos las filas del ejército en el frente de Palestina.


El propósito de la migración era doble: no morir en la guerra y volverse ricos. Enrique Yidi, nieto de uno de esos primeros inmigrantes palestinos, afirma que sus antepasados llegaron a Puerto Colombia atraídos por el mito del tesoro de El Dorado.


Su abuelo, Jorge Yidi, arribó en 1904. Comenzó vendiendo productos puerta a puerta por las calles de Barranquilla y, a la vuelta de algunos años, ya había abierto la primera fábrica de jabones y perfumes de la ciudad; más tarde formó, junto con sus hijos, una empresa llamada Industrias Yidi, pionera en Suramérica en la fabricación de cremalleras y considerada la mayor empresa de este género en el continente.


Otra muestra del influjo extranjero en Barranquilla es la urbanización del barrio El Prado, ejecutada por la firma de ingenieros norteamericanos "Karl Parrish y Compañía". Este proyecto le confirió a la ciudad una fisionomía moderna y sin comparación en Colombia, a través bulevares anchos, calles pavimentadas y una amplia arborización.


Al principio de este artículo, mencionaba la vigencia del valor simbólico del muelle de Puerto Colombia. Ese valor se ilustra bien con este ejemplo, porque caminar por El Prado es, de algún modo, andar sobre un eco sólido de aquella estructura. Es caminar por la Barranquilla de los años 20, cuando el muelle, a solo 15 kilómetros, atravesaba sus años de esplendor.








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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:


Bell-Lemus, C. (2008). “Industria, puerto, ciudad (1870-1964). Configuración de Barranquilla”. Apuntes, 21(1), pp. 62-73.


Cotes, L., Meca, J., Cera, R. y Núñez, H. (2017). Muelle de Puerto Colombia: Escenario de memoria cultural y turismo justo. Barranquilla, Colombia: Gobernación del Atlántico.


Silva, H. (2017). “Ambiente de comercio en Barranquilla: un bosquejo histórico de su desarrollo”. Pensamiento y gestión, 42, pp. 102-139.


Yidi, E. (2012). La Gran Familia Gidi. Barranquilla, Colombia: Editorial Yidi Daccarett.


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