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Cuatro complices conquistan Barranquijazz





Autor: Rocio Cañón Roldán


Para algunos la cita inició a las 6 de la tarde, para otros a las 7 de la noche, no faltaron los que llegaron corriendo cuando las luces anunciaban a los artistas. Quienes pasaban por la calle 76 con carrera 53 veían -desde las ventanas de sus carros o del transporte público- cómo la fila que bordeaba la paredilla del tradicional Country Club crecía minuto a minuto. Esta vez se notaba gran variedad en edades y estilos: hombres, mujeres, adultos, unos sin canas y otros ya con sus cabezas decoradas por el plateado dibujo de los años. Por supuesto algún transeúnte desprevenido debió dedicar mucho tiempo pensando: ¿Qué evento es? ¿Será para jóvenes, adultos o para gente de la tercer edad? Los colores, formas, sombreros, tacones y tenis de las pintas no ayudaban. Pero eso tiene esta música: una mágica capacidad para convocar un variopinto público.


Era el concierto del músico brasileño Caetano Veloso, quien trajo a Barranquilla, con el nombre de Ofertório, una propuesta musical junto a sus tres hijos, Moreno, Zeca y Tom Veloso. A través de su repertorio compartieron no sólo los exquisitos sonidos de sus instrumentos y voces, sino su experiencia de vida, que permea las melodías de momentos íntimos y familiares en los que los artistas le permiten sentir al público la armonía que se logra cuando en el mayor de los escenarios -la vida- prima el amor y el respeto por el otro.


Como el mismo Caetano afirma, ellos no son “una familia de músicos, sino músicos de familia”. Y es que en su Ofertório la mayoría de las canciones están alimentadas por el amor de familia. El mismo que se siente en cada palabra con la que presentan sus temas, así como se siente el respeto y reconocimiento de un padre hacia sus hijos y de ellos hacia su padre. De esto nos hablan también los silencios, miradas y sonrisas que se tejen en el escenario, generando una intimidad que, por momentos, traslada al público a un rincón de la casa, donde cuatro cómplices disfrutan de una alegre y espontánea reunión familiar.


El nombre de su propuesta musical, Ofertório, nace de una canción compuesta por Caetano para la ceremonia religiosa del sepelio de su madre. “Yo no soy religioso, pero compuse esta canción para el ofertorio de la ceremonia religiosa de mi madre y hoy la interpreto aquí en honor a la religiosidad de mis hijos”. Moreno, su hijo mayor practica su fe desde una religión africana, y Zeca y Tom son cristianos. Caetano, dentro de los temas de su repertorio, también comparte momentos como el nacimiento de sus hijos; canciones compuestas “a las dos madres de mis tres hijos”, afirma mientras muestra una sonrisa; dos canciones que Moreno le compuso, entre otras.


El concierto avanzaba. El público hacía lo propio: Disfrutar cada acorde, cada vibración que brota del escenario. Los cuerpos parecían movidos por delicados y transparentes hilos. Las manos acompañaban algunos ritmos alegres y los silencios hacían lo mismo con aquellos temas que apaciguan el cuerpo y movilizan los sentimientos.


Los artistas salieron del escenario amenazando con su ausencia, la culminación de la jornada. La petición colectiva retumbó en el lugar y, ante la insistencia, los músicos regresaron a escena, esta vez sí para cerrar la velada y recordarle a los espectadores con un abrazo familiar, que la música es más que sonidos, acordes y ritmos. Es sentimiento y construcción.


Así terminó uno de los eventos de cierre del Barranquijazz 2019 en su versión numero 23, que bajo el eslogan Hay fuego en el 23 llenó de de sonoridad diferentes escenarios de la ciudad, este año con una agenda variada: desde el Jazz clásico hasta el Experimental, Jazz del cono Sur, latinoamericano, Afro jazz fusiones con la música colombiana contemporánea y, por supuesto, salsa dura y romántica.

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