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Barranquilla en 1940: Apuntes sobre la ciudad que siempre “será”

Reflexiones sobre un antiguo registro fílmico de una ciudad que siempre ha conocido mejor su futuro que su pasado.

El desaparecido Edificio Palma. Foto: Javier Mejía Torrenegra


Imagine que usted nació en Barranquilla durante los años 30. Si, en efecto, nació en esa década, recuerde su niñez. En 1940, las calles estaban tan llenas como lo estarían en uno de aquellos días laxos de confinamiento, a mediados de 2020. De cada diez personas que vería hoy en un día normal, nueve no estaban en ese entonces. Aun así, con sus poco más de 150 mil habitantes, Barranquilla ya era la tercera ciudad más grande de Colombia.


Por la carrera del Progreso se mueven escarabajos Volkswagen, carros de mula, motos policiales con sidecars y parroquianos caminado con trajes de paño y una parsimonia que la siguiente generación desconocería. La actividad comercial de esa ciudad se junta en el Centro, que a la vez sería el corazón de su refacción urbana.


Ahí está hotel El Prado. El Paseo de Bolívar, que se extiende desde el Progreso hasta la avenida Stuart, fue inaugurado solo tres años atrás. La Iglesia de San Nicolás de Tolentino conserva su fachada de 1907 y el Edificio Palma, con el aviso luminoso de la Casa Bayer erguido sobre el techo, aún no ha sido demolido: faltan catorce años para que esto ocurra, producto de una resolución que hoy casi todos consideran apresurada.


Los puestos de los caños del Mercado se desbordan de guineos y los tajamares de Bocas de Ceniza (esa hazaña y yerro de la ingeniería hidráulica) ilusionan a la clase dirigente barranquillera con consolidar a la ciudad como un centro de intercambio de carácter continental y mundial, a la manera de Nueva York. Allí, cuatro años antes, el presidente Alfonso López Pumarejo, en medio de una cuadrilla de aviones militares, bajó del destructor Antioquia y, como un sacerdote que imparte una bendición, pronunció la sentencia: «Barranquilla es, desde ahora, puerto de mar».


Imagine que usted nació en los años 30, pero que no recuerda nada de eso. Entonces, un día de mayo de 2020, alguien sube a un canal de YouTube un video que, un año y medio más tarde, lo lleva a volver a esa ciudad de hace 80 años, bendecida y maldecida como ahora con la consigna del progreso. Es un fragmento móvil de la historia de una ciudad cuyos habitantes nunca vieron un acta fundacional, pero que conocieron el proyecto (algunos planos apócrifos lo atestiguarían) de una Barranquilla Futura.


A diferencia de casi cualquier otro pueblo, los barranquilleros siempre han conocido mejor su porvenir que su pasado. Huérfanos de fundador, han hecho del Futuro y del Progreso sus figuras tutelares.

Samuel Hollopeter, gerente de las ya liquidadas Empresas Públicas Municipales, en 1938 emitió una decena de pronósticos que auguraban, para el porvenir cercano de la ciudad, la construcción de edificios de diez pisos y carreteras que conectarían a Barranquilla con todos los puntos importantes del Atlántico y Bolívar; la instauración de un servicio diario de correo aéreo hasta Nueva York; la desaparición del último carro tirado por caballos.


Más allá de los muchos aciertos y los pocos desaciertos de las predicciones de Hollopeter, entre la Barranquilla de entonces y la de este siglo hay una cosa en común: la idea, casi la certeza, de que vivimos en una ciudad que dentro de poco ascenderá a la categoría de Gran Ciudad.


No otra cosa dijo el expresidente Juan Manuel Santos cuando inauguró la doble calzada de la Circunvalar: «Me propuse hacer de Barranquilla una metrópoli». Lo dijo Santos en 2017, pero lo pudo haber dicho Alfonso López Pumarejo en 1936 y es probable que el alcalde presente ya lo haya dicho, como también lo hará el próximo. Barranquilla es la ciudad que siempre será. Así, casi no es extraño que sobre ella se haya escrito una novela anticipatoria bajo el título de Barranquilla 2132.


No importa si se trata de los nacidos en los años 30, en los 70 o a finales del siglo XX. Sé que muchos de los barranquilleros que vimos ese video sentimos una rara nostalgia al terminarlo. No sé todavía si era una nostalgia del pasado o una nostalgia del futuro. Puede que, en el caso de Barranquilla, ambas nostalgias sean la misma.




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