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¿“Solo es nuestro lo que perdimos”? 6 frases sugerentes de Jorge Luis Borges

Esta semana, lectores del mundo han estado conmemorando el aniversario número 35 de la muerte del escritor argentino Jorge Luis Borges, señalado por varios lectores, académicos y colegas suyos como el escritor latinoamericano más importante del siglo XX. Años después de su fallecimiento, ocurrido en junio de 1986, en Ginebra, muchas de sus ideas siguen siendo tan estimulantes como lo fueron cuando aparecieron en los libros que las contenían. Esta nota recopila y glosa 10 frases extraídas de libros como Ficciones, El Aleph o El Libro de Arena. El abanico de los temas que cubren es amplio: la inmortalidad, la pérdida, el destino o la felicidad.


Jorge Luis Borges (1889-1986). Foto tomada de Radio Duna


1. “Siempre es una palabra que no les está permitida a los hombres”.


En rigor, nadie puede decir siempre, porque nadie es inmortal. Todas las cosas humanas son temporales. Incluso aquellas obras que se dicen inmortales en el recuerdo son transitorias, porque, eventualmente, “la memoria también muere”, como dijo cierto poeta. Sin embargo, no hay nada trágico en esa circunstancia. ¿No es admirable que los humanos disfrutemos y nos sorprendamos y nos ilusionemos a pesar de saber que el objeto de nuestra alegría no durará para siempre, como tampoco durará nuestra propia vida?



2. "Si en todos los idiomas existe la palabra felicidad, es verosímil que también la cosa exista”.


Varios filósofos han negado que la felicidad exista en el sentido en que solemos tomarla: un estado de bienestar general y duradero. Pascal Bruckner, por ejemplo, decía que tal estado no podía existir, porque pronto se confundiría con el orden de las cosas. En otras palabras: no tardaría en perder relieve y color por estar incorporado a la rutina de lo cotidiano.


Borges insinúa que si varios pueblos incluyeron esa palabra en sus idiomas (felicidad, boldogság, happiness, Glück, счастье), es porque de hecho existe un estado de bienestar y realización generales al que era necesario darle nombre.


Claro está que, a la luz de lo anterior, cabe preguntarse si la palabra nació por la necesidad de nombrar un estado que existe o para nombrar un deseo tan profundo como inalcanzable. Las utopías también hacen parte de la realidad humana.



3. “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, en realidad consta de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”.


Uno de los problemas centrales que enfrenta cualquier persona es el descubrimiento o, en todo caso, la creación de su identidad. ¿Qué es lo que la diferencia de las otras personas? ¿Cuál es su propósito de vida? La pregunta suele aparecer en la primera adultez, cuando los jóvenes se inician en el mundo laboral. Esto sucede, sospecho, porque la sociedad del rendimiento y la productividad nos ha enseñado a definirnos en función de nuestro trabajo.


El saber quién se es puede estar relacionado con las habilidades de una persona, pero estas no agotan la identidad. Incluso aquello para lo que alguien no es bueno también puede ser un elemento de identificación. Borges parece sugerir que la respuesta a este interrogante (¿quién soy?) nace de un momento de iluminación. Las otras preguntas que habría que hacerse son: ¿a todos les llega ese momento? ¿Es una tragedia que no les llegue? ¿A veces no tener una respuesta no es también una respuesta?



4. “¿De qué forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad”.


Muchos hombres han soñado con la posibilidad de evadir la muerte: ser inmortales. Es común creer que poder vivir para siempre sería un don deseable. Borges controvierte esa imaginación popular y, en un cuento llamado “Los inmortales”, describe una república que hombres que nunca mueren.


No hay que haber vivido mucho para comprender que, dentro de un plazo determinado, un hombre ya habrá visto lo suficiente y será asolado por el cansancio y el tedio. Además, quien anhela la inmortalidad olvida en qué cosa terrible se convertirá en caso de alcanzarla: una persona dedicada a ver a otros morir.



5. “Solo es nuestro lo que perdimos”.


¿Las llaves que tenemos en la mano no son nuestras? ¿Los zapatos que calzamos? ¿El televisor que estamos viendo? Dice Borges que los amores con los que ya no estamos son nuestros porque ya no están sujetos a “las alarmas y terrores de la esperanza”. Dijo también que su padre, que había fallecido, era más de él que cuando estaba vivo, pues en vida no estaba siempre con él, como sí lo estuvo luego.


Según esa filosofía, todo lo que tenemos o creemos tener ahora está amenazado por la posibilidad de su pérdida, y, en ese sentido, solamente son nuestras las cosas que, una vez perdidas, podemos recordar, porque el recuerdo las hace imperturbables. Es hacer presencia en el vacío.



6. “No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas”.


Se ha extendido una creencia según la cual todo lo que nos pasa nace de un esfuerzo de la voluntad: que cada persona elige su destino, sea afortunado o desafortunado. Algunos lo llaman “Ley de la Atracción”. La idea es interesante: nos pone en el sitio de dioses capaces de controlar el dibujo completo de las circunstancias que rodean todo cuando nos ocurre.


Esta creencia, sin embargo, no deja de ser un consuelo barato y, a veces, cuando es aplicado a ciertas desgracias, perverso. A todos no les resulta cómodo admitir la evidencia de que hay fenómenos que están fuera de nuestro dominio: que la vida de cualquier persona está compuesta de éxitos y fracasos en los que colaboró, además de su propia mano, la mano del azar.



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