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Primera Palabra: perdónalos, porque no saben lo que hacen (Feminicidios)

“Conducían con él a otros dos malhechores para ejecutarlos. Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23,32-34).

El perdón es la manifestación más patente de que su alma, su mente, su corazón no se había dejado contaminar. Que el odio, el resentimiento, los deseos de venganza y tantas realidades que destruyen nuestra humanidad no pudieron anidarse y crecer en su interior. El perdón muestra su libertad interior y la limpieza de su corazón: Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. (Mt 5,8). Es necesario perdonar, sin que ello signifique complicidad con la injusticia.


Es un poco complejo afirmar que los verdugos no sabían lo que hacían, podría emplearse como una excusa para evitar un castigo ejemplar y necesario. Podría emplearse para justificar que era normal condenar a quien desafiaba el sistema como para algunos les es normal quitarle la vida a una mujer que no les obedece. Realmente quienes mataron a Jesús los feminicidas, ¿no saben lo que hacen?


Cuando el Evangelio habla de conocer, no se trata del ejercicio de la razón, de un conocimiento racional, sino de una vivencia profunda y existencial. Aquellos que mataron a Jesús, los autores materiales e intelectuales, no sabían lo que hacían porque nunca experimentaron de verdad la humanidad y la dignidad, vivieron y murieron engañados, autoengañados en la más miserable mediocridad humana.


Parece que esa es una de las tragedias humanas. Muchas veces el ser humano no sabe lo que hace. No sabe, o no quiere saber que, mintiendo, engañando y engañándose, se destruye. No sabe, o no quiere saber, que, con el egoísmo, el rencor, la venganza, la avaricia… no hace otra cosa que caminar hacia su propia destrucción, hacia su propia frustración como ser humano. Que de esa manera no alcanzará el amor, la plenitud, la alegría completa, la felicidad.


Hasta el día de hoy 1 de abril, que escribo esta reflexión, sólo durante este año 2021 en Colombia van más de 30 mujeres muertas a manos de hombres que tuvieron miedo a la libertad de las mujeres pues las consideraban suyas; que les tuvieron miedo a las mujeres sin miedo y prefirieron matarlas antes de enfrentarse a sí mismos, a sus propios miedos y a su miseria humana. Prefirieron la comodidad de culpar a los demás de su dolor, a ella o a ellas por abandonarlo, por traicionarlo o por hacerlo sufrir, a enfrentarse a sí mismos y trabajar en su propia humanización.


Las crucificadas: las más de 30 mujeres asesinadas en lo que va corrido del año, humilladas, que tal vez ellas no sabían con quiénes andaban, no sabían que quienes decían amarlas las matarían, que quienes decían amarlas eran lobos con piel de ovejas.

Los crucificadores: Esa caricatura de hombres que directamente las asesinaron, pero alrededor de esos hombres hubo padres-madres, hermanos, amigos que engendraron, promovieron, permitieron o callaron ante ciertas actitudes machistas, misóginas y feminicidas.


¿Cómo podríamos evitar que nuestros hogares, que nuestra sociedad, que nuestras calles y grupos sigan engendrando y cultivando ese tipo de crucificadores que dejan tantas víctimas a su paso?


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