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“La Capitana” de los pescadores en las playas de Puerto Mocho, Atlántico

Entre la incertidumbre del mar, tiburones, mantarrayas y tortugas los pescadores salen a buscar su sustento y llegan a sus casas donde normalmente sus esposas e hijos los esperan para preparar lo que han conseguido. Este no es el caso de “La Capitana”, una de las dos únicas pescadoras de las playas de Puerto Mocho, Atlántico quien junto con otro pescador sale con ancla en mano, uñas pintadas, cabello recogido, una sonrisa y la certeza inmensurable que la ha caracterizado desde hace 20 años que se dedica este oficio usualmente practicado por hombres.


Ana "La Capitana" Fotografía: Natalie Berdugo

Ana Suárez se alista todas las mañana preparando un pescado con verduras, lo guarda en un portacomidas y sale al mar a realizar su arte, como ella llama. En este tiempo de pesca se ha encontrado una mantarraya de 3 metros, tortugas y hasta tiburones blancos. Todos los días son diferentes en el vaivén de las olas y ella agradece a Dios por lo que sea que le traiga el mar.

Nacida en Córdoba, por tierras cercanas a Montelíbano, de donde le tocó salir con su familia por la violencia de grupos armados, llegó al Atlántico siendo una adolescente. Decidió aprender a pescar motivada por ahorrar para vivir en una casa con estufa y bombillos. Su visión, según cuenta, era clara: entre más dinero, mejor vida para su familia, por lo que una vez su esposo empezó a trabajar con la Dirección Marítima Colombiana, inició su camino en el mundo de la pesca.


Aprender el arte de la pesca conlleva a sentirse cómodo con el vaivén de la lancha. Los primeros tres días en los que salió en compañía de uno de sus hijos, Ana casi tira la toalla por el mareo y vómito que le provocó el mar. Sin embargo, explica que su hijo “le dio moral”, por lo que siguió intentándolo hasta convertirse en “La Capitana”, como la conoce el gremio.

Yo vivo de esto, desayuno, almuerzo y como. Yo digo que ese es mi arte, y adoro ese arte porque eso es muy bonito. Yo soy feliz, así sea que saque un pescadito, digo: señor, gracias.”


Ana "La Capitana" Fotografía: Natalie Berdugo

Hoy, Ana trabaja para ella y vive de lo que le brinda el mar, ese mismo que le ha proveído a ella y a su esposo para mantener a su familia. Habla orgullosa de sus hijos porque terminaron el bachiller y estudios técnicos gracias a esta labor.


“A mí siempre me gustó aspirar a tener una casa en la ciudad o en el barrio. Yo le decía a él: de pronto es bonito de tu llegar, prender un bombillo y no cocinar con leña. Yo toda la vida cociné con leña. Entonces yo aspiraba a eso. Yo iba a Las Flores y decía: mira, la señora está cocinando con estufa y yo estoy cocinando con leña.”

A pesar de que su esposo y ella viven separados, Ana dice estar orgullosa tener una buena casa. El momento amargo de la separación de su esposo la hizo tomar fuerzas entre las lágrimas del desamor, esas mismas que le enseñaron a no rogarle a un hombre por su independencia, pues como muchas mujeres, se dedicaba a cuidar de sus cinco hijos en casa, mientras el padre buscaba el sustento.

Ana "La Capitana" Fotografía: Natalie Berdugo

Su equipo está conformado por ella y un compañero con quien sale todos los días a poner o recoger nue.ve redes de trasmallo de un metro ochenta. Se levanta a las 5 a.m., desayuna y prepara su comida para salir al ruedo.


“Yo me levanto, me baño, monto mi olla de tinto, cocino mi arepa o mi pedacito de yuca, cojo dos huevos, cojo un pescaito lo pongo a freír o lo pongo a cocinar, hago un salpicón, cojo le hecho buena verdurita y lo pongo en mi porta y me voy a pescar hasta las 11 o 12.”


Las condiciones no siempre son buenas en el mar y aunque a veces teme por las grandes olas, eso no la detiene:


“Cuando el mar está bien bravo, tú en el momento sientes temor, porque esa ola te sube a ti y la lancha cae. En el momento te da un pánico, pero las lanchas tienen cámara de aire, a veces uno teme o a veces no.”
Ana "La Capitana" Fotografía: Natalie Berdugo

Dedicarse a este oficio también requiere acostumbrarse a la incertidumbre de tener días buenos o malos, al sol fogoso y a tener paciencia e intuición. Puede que un día se ganen mínimo 15 mil y máximo 60 mil pesos de venta por lo que recogen, que termina en el mercado de Las Flores de Barranquilla.


Chivo, corvina, burel o lisa son los tipos de pescado que aún se pueden encontrar en las playas de Puerto Mocho. Entre enero y marzo Ana pesca en el río, cuando la corriente de agua salada se combina con el agua dulce. Mientras enumera los pescados y moluscos que se pueden encontrar en la Ciénaga de Mallorquín, Ana señala una choza para ilustrar el tamaño de la mantarraya que pescaron alguna vez, de casi de 3 metros y tan pesada que la lancha no podía con el peso.


Contaminación


Como es de saberse, en esta gran zona de Bocas de Ceniza, el mar se combina con el río que ya ha recorrido gran parte de Colombia trayendo residuos que se combinan con los que llegan con las aguas negras de los arroyos que desembocan en él. En una jornada de limpieza de playas, en esta zona se puede llegar a recoger 20 toneladas de basura, esa misma que termina comiéndose los pescados.


Según cuenta Ana, la abundancia de pescado en esa playa ha disminuido y la orilla se ha secado con los años. Hace diez años les tocaba sacar pescado de la nevera por la cantidad que tenían, mientras hoy en el trasmallo se pelean los pescados y la cantidad de plástico y basura que sale del agua.

“De verdad que la contaminación toda la vida la he visto, porque el río desemboca aquí y todo lo que el río desemboca va al mar...Todo de lo que viene del río de bocas de ceniza lo descarga donde están los barcos.”
Ana "La Capitana" Fotografía: Natalie Berdugo

La sedimentación que mueve la draga del río es otra de las problemáticas ambientales a las que se enfrentan los pescadores, quienes deben tener cuidado por los bancos de barro que se forman en ocasiones, a pesar de estar en zona profunda, impidiendo la circulación de los peces. Ana dice que, aunque no entiende por qué los peces han disminuido con los años, quizás ésta sea una de las razones.

“La draga sacando los bancos de tierra, de pronto donde ella bota también hace huir al pescado. Porque anteriormente, mija eso era gajos de pescado, pero ahora verdaderamente todo eso se ha perdido. Ahora un pescador se puede ganar es 50mil pesos, 60 mil, de ahí no pasa y anteriormente uno se ganaba 60, 80, 100.”


Entre los proyectos ecoturísticos que se tienen para la Ciénaga de Mallorquín y la zona de Bocas de Ceniza se ha discutido reubicar a los pescadores. Sin embargo, la duda embarga a Ana, pues no sabe con exactitud qué haría o dónde podría ella laborar después, afirmando que la pesca es lo único que sabe hacer, a menos que le ofrezcan un negocio.

“La Capitana” mira sonriente hacia el mar, en sus ojos se nota el agradecimiento que le tiene a esta labor. A pesar de que sus compañeros la miran como “otro hombre más”, ella no es más que una mujer que se lanzó a la pesca, como también lo hizo Angélica, a quien le dicen “La Mona”. Ana dice que otras mujeres admiten que no serían capaces de dedicarse a la pesca por lo pesadas que son las anclas, el mareo y el miedo a las profundidades. Sin embargo, ella termina el día de trabajo pensando con emoción en qué traerá el mar para el siguiente.

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