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‘Encuentro ancestral’: El misticismo al son de una rueda bullerenguera

¡No te perteneces! Cuando tus antepasados empiezan a salir con el movimiento circular de las caderas. ¡No te perteneces! cuando sin saberte la letra sigues la tonada de la canción. No te perteneces o quizá sí. Eres, en medio de una rueda bullerenguera, parte de la resistencia, del pasado y el presente.


Último día del Festival de Bullerengue en Puerto Escondido y la brisa del mar Caribe se siente diferente, suave y abrazadora, la luna está llena y a lo lejos el tambor repica fuerte y dominante, las voces se entren mezclan formando una sola.



En ‘El Bolivita’, plaza ubicada frente al mar Caribe, se siente un campo de energía que te atrae, el repique del tambor te llama a cuadras de distancia y guiado por su sonar te acercas. La bailadora camina suavecito bajo la luz tenue. Decenas de personas le cantan y le bailan a alguien o a algo, aun no lo descifro, probablemente al tambor que al alzar sus almas logran conectar con sus antepasados, reencarnando una y otra vez en el que canta, baila, toca y disfruta. Un campo de atracción que llamo: ‘Soy mis ancestros. Soy el África que vive en el Caribe colombiano’.


Para Vilma Núñez, primera reina del Bullerengue en 1897 este se lleva en la sangre “es algo genético y se ha transmitido por herencia; en el aquel tiempo, cuando fui reina, el tambor me llamaba, yo sentía esas sensaciones tan bonitas en el cuerpo que emocionaba”

Evocando así, esas noches clandestinas en las que el negro bajo el yugo de la esclavitud podía ser libre; sus lamentos lo conectaban con su lugar, con su esencia.


En la rueda bullerenguera ocurre la magia de la siguiente manera: los instrumentos le pertenecen a la comunidad; a medida que avanza las canciones se va sentado un tamborero diferente, lo mismo ocurre con el llamador, las tablitas (que hace las veces de palmas) y la totuma cargada de pedazos de vidrios partidos; el cantador o cantadora entona las letras llevados por un sentir.


Benito Guerrero tómate tu trago que más luego charlamos… oye Benito Guerrero tómate tu trago, tómate tu trago que más luego charlamos….” Canción 'Benito Guerrero'.

En el centro siempre había una pareja, un hombre y una mujer; entre el tamborero y el bailador hay una disputa, ambos quieren quedarse con la bailadora. Con su tocar, el tambor le habla y ella le responde bailando mientras se acerca, pero el bailador no la deja.

“El encanto del baile es la mujer, entonces cuando el tamborero hace su repique llama a la bailadora para que le baile a él y el parejo siempre intenta llevarla hacía él, por eso siempre vas a ver la piquería del parejo y el tamborero” explica entre la bulla Diana cantadora nacida en Puerto Escondido y perteneciente a la agrupación de Punta Candela.

El hombre en su piquería le pone el pie al tambor y va por la bailadora “El Bullerengue está lleno de magia, es tan preciso. La pareja desliza sus pies sin alzarlos, de manera que la cadera tiene un movimiento cadencioso”, explica Vilma Núñez, desde la comodidad que solo brinda un mecedor en el patio de su casa.


Esa noche, por 6 horas la resistencia vivió, no había cansancio; las personas estaban en un período en el que dejan a un lado el sentir físico y elevan sus almas; se borran todas las penas, tal como el mar desase las huellas de la arena.


Era mi primera rueda bullerenguera. Me sentía tan cerca, conectada con lo que sucedía. No bailé dentro de ella, pero te prometo Bullerengue que cuando nos volvamos a encontrar echaré a un lado el sentimiento de vergüenza y dejaré que ganes sobre mí, para bailar a tu son, moverme en tus letras y vibrar con tu sentir.



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