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Pocas flores para un bordillo: un día para no olvidar

Crónica, Marzo/21

Por: Aldair Zamora


El cumbiódromo ha sido testigo de innumerables sucesos que han acontecido a raíz de los desfiles que embellecen aquella vía cuarenta en sus días de carnaval.

Fotografía de archivo


Los Pre-parativos


Desde que comienzan los precarnavales, la alegría, el desorden, los disfraces, las fachadas de las casas, el olor a espuma y maicena, y otras celebraciones populares toman el mando y se hacen presentes en cada rincón de la ciudad de Barranquilla, hasta el martes de carnaval, cuando se lamenta la muerte de Joselito.


La Lectura del Bando, El Reinado Popular, El Encuentro de Comedias, La Guacherna y demás eventos previos buscan ir envolviendo a los barranquilleros y visitantes a estas fiestas del Dios Momo.


Sin embargo, la verdadera carrera del que sería el último carnaval antes de la pandemia, comenzó el jueves antes de los cuatro días con la Coronación de la Reina del Carnaval de Barranquilla: Isabella Chams. Al mismo tiempo se encontraban los hacedores ultimando detalles para los días más esperados del año.


El viernes previo a la Batalla de Flores era casi imposible transitar por la vía cuarenta. Bajo aquel sol inclemente que salió como de costumbre y que día a día abraza a nuestra querida Barranquilla, se podían observar hombres colgados de arneses intentando terminar de armar los palcos a contrarreloj, que, como de costumbre, se ubicaban dándole la espalda al sol para la comodidad de los privilegiados que disfrutarían el carnaval encima de aquellos andamios gigantes.


Al mismo tiempo, los buses urbanos, taxis y carros particulares se encontraban aglomerados por aquellos desvíos. Los orientadores viales hacían su trabajo con señales de “SIGA” y “PARE” mientras sonaban sin descanso los pitos estresantes que para un medio día barranquillero, con aproximadamente treinta y ocho grados de temperatura, era lo equivalente a vivir un infierno.


En la cera del sol se encontraban pequeños palcos enumerados con un aviso y cada uno con un nombre jocoso del carnaval. En algunos espacios se encontraban carpas de ‘Coca-Cola’ y camiones pequeños con letreros a sus lados que decían: ‘Se hacen viajes’, encima habían sillas apiladas y hombres bajándolas para luego organizarlas debajo de cada carpa.


Los pasajeros que transitaban por el lugar aprovechaban la ocasión y le preguntaban a quienes armaban las sillas y carpas el valor que tendría cada alquiler para el día siguiente, Aunque habían personas que llegaban justamente a preguntar, y apartar sus sillas:

  • ¿Qué más señor?, buenas tardes.

  • Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?

  • ¿A como tiene las sillas en primera fila?

  • Baraticas, a ochenta mil pesitos

  • ¿Y en la segunda fila?

  • A sesenta.

  • Le abono cien mil, me guarda dos adelante, mañana vengo temprano.

  • Listo.


El ‘Rebusque’

Al día siguiente, desde muy temprano, a eso de las seis de la mañana los amantes del carnaval comenzaban a llegar. Era notoria la cantidad de personas caminando las cuadras inmensas que abrazan La Vía Cuarenta para asistir al tradicional desfile. En su paso no podían faltar los comerciantes que aprovechaban la ocasión para su ‘rebusque’.

A lo largo de su camino en busca de la Vía 40, los asistentes al desfile escuchaban a aquellos vendedores intentando llamar la atención con un pequeño bafle donde se escuchaba audios pregrabados: “A tres mil, a tres mil, aprovechen que se acaba, llegaron las gafas para el sol a tres mil barritas” – “Los Sombreros de todo tipo: usted pregunte por lo que no vea, sombreros paisas, vueltiaos,…”.

Siguiendo el camino, cada tres metros se encontraban los vendedores de cervezas, vasos para tragos, ponchos, y muchos otros. Entre ellos se destacaban los vendedores de los populares “caballetes” (pinchos con carnes de dudosa procedencia), que a pesar de los rumores, son consumidos como pan caliente por los barranquilleros, quienes no se resisten al olor que los invita a comprar el platillo sin preguntar el precio.


‘Pa’ que lo viva la gente’

De repente se podía apreciar el cumbiódromo brillando como acostumbra en un día lleno de tanta gozadera y tradición. La fila para cruzar la calle era grande, los palcos, al ser muy costosos solo permitían el acceso de algunos, sin embargo, la mayoría de personas iban para las sillas sin importar aquel sol que les deparaba en el medio día.


Aquel año el lema de la Reina Central del Carnaval de Barranquilla fue: ‘El Carnaval 20-20, pa’ que lo viva la gente’. Aunque debido a los altos precios en los palcos, mini palcos, alquiler de sillas, conciertos oficiales y otros eventos, el descontento del pueblo se hizo notar. Aun así, esto no fue impedimento para que muchas familias populares gozaran el carnaval en la vía cuarenta.


Al llegar a las sillas, cada quien se ubicaba en la que había alquilado. A eso de las once y media de la mañana, cuando el sol ya se encontraba haciendo su labor, la mayoría de las personas estaban ubicadas esperando el gran desfile. En la primera fila había niños junto a sus padres, hermanos y abuelos buscando cada uno la forma de cubrirse.

Una señora de aproximadamente cincuenta años intentaba esconderse del sol con un periódico que al parecer había traído de su casa, al mismo tiempo que los niños estaban sentados en el bordillo colocando una toalla en el suelo para no sentir la insolación al momento de sentarse.


Siguiendo la línea, se encontraban una pareja de unos treinta años con sombreros y gafas, y la señora que alquilaba las sillas, iba cobrando puesto por puesto para que ningún cliente se le escapara.


Batalla de ‘flores’


La hora del desfile había llegado, el cumbiódromo lo inauguró la policía nacional seguida de las comparsas distritales de la ciudad. Poco a poco fueron pasando aquellas danzas, comparsas, disfraces individuales y colectivos por el frente de cada espectador.


El sol no era un obstáculo al momento de ver aquel desfile y carrozas que habían comenzado a construirse varios meses atrás. Al pasar las primeras carrozas, las personas parecían niños con juguetes nuevos al ver las monumentales estructuras móviles, cada una con una reina lanzando flores y animando al público.


Con cada flor lanzada, la multitud estiraba los brazos para intentar agarrarla. Sin embargo, la mayoría de las flores eran arrojadas hacia los palcos, pocas flores llegaron al bordillo y en algunas ocasiones ni siquiera llegaban a los espectadores.


Llegaba la hora de las carrozas que encima llevaban a famosos y cantantes con sus respectivas orquestas. La mayoría de ellos mirando hacia los palcos, sugiriendo cierto favoritismo por quienes se encontraban de ese lado. Mientras que al frente, en el otro lado, los espectadores por momentos pareciera que veían una “Batalla de Espaldas” y no una verdadera "Batalla de Flores”.


Entre la multitud de las danzas, de repente se lograba apreciar que el turno era para la Reina Central Isabella Chams. Iba en una carroza adornada con más de dos mil flores entre claveles y spiders en tonos fucsias, rosados, naranja, amarillo y beige, que representaban el amor, la pasión y alegría de la reina. Además estaba inspirada en el romanticismo de su tía Meira Del Mar, autora del poema ‘Romance de Barranquilla’.

A eso de las cinco de la tarde, los últimos en pasar fueron el grupo logístico del 911, convertidos en una cadena humana por toda la vía, acompañados de un par de patrullas de policía que anunciaban el final del desfile.


De lata en lata


De un momento a otro comenzaron a pasar por cada lugar niños mal vestidos, adultos con caras de olvido y mujeres sin vergüenza alguna. Cada uno de ellos con sacos recogiendo cuanta lata veían a su paso.


En sus caras parecía que encontraban oro al momento de ver alguna lata, que inmediatamente guardaban en los sacos que goteaban por aquellos sorbos que no alcanzaron a tomarse.


Era la ocasión para mirar al suelo y además de recoger latas de cervezas y botellas plásticas, encontrar algún objeto que cualquier persona pudo haber dejado caer por descuido.


Poco a poco la vía cuarenta fue respirando mientras se despedía de la multitud que se marchaba con emociones un poco agridulces por haber vivido una ‘Batalla de Flores’ desde un bordillo, sin pensar que aquellos días de carnaval iban a quedar en la memoria de todos sus visitantes como el ultimo carnaval antes de la crisis sanitaria que estamos viviendo actualmente.

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